viernes, 23 de marzo de 2012

POR QUÉ SOÑAMOS...

las pesadillas no son sueños. Cuando las padecemos, no ocurren en el periodo que llamamos REM, característico de los sueños. A algunos les puede servir de consuelo saber que, a partir de los treinta años, las pesadillas suelen desaparecer con sus secuelas horribles de latidos desenfrenados, respiración cortada y sudores fríos.
Dos ideas interesantes:
 La primera tiene que ver con los sueños. Los psicoanalistas se habían equivocado intentando interpretar los sueños. Era una tarea inútil, tediosa y, a menudo cruel. Casi siempre la madre acababa teniendo la culpa de lo que le pasaba al niño. O peor todavía: la culpa era del paciente.

Ahora sabemos que durante los sueños el cerebro utiliza una buena parte de la energía consumida para reordenar y clasificar las memorias y recuerdos acumulados durante el día. Por lo menos entrevemos algunas de las cosas en las que utiliza tanta energía disponible -un 20% de la energía global.

La idea complementaria de la anterior sugerencia nos lo suministran los últimos descubrimientos de la neurociencia. El cerebro no ve o ve muy mal lo que hay fuera; pero no para de pensar y de predecir y de imaginar. Cuando dormimos, el cerebro amaina un poco su actividad pero muy poco: sigue consumiendo un 80% de su energía disponible.

Si no escruta la realidad que hay fuera, ya me diréis qué hace. Se dedica, por ejemplo, a dividir a los humanos en “ellos” y “nosotros” utilizando conceptos simbólicos como derechas, izquierdas, católicos, hutus, tutsis, islámicos, del Madrid o del Barça. Todos de la misma especie pero enfrentados como si pertenecieran a especies distintas. ¿A qué otras cosas se dedica el cerebro?

Para eso servirá el estudio de los sueños. La necesidad de seguir observándolos y estudiándolos radica en que nos ayudarán a comprender mejor nuestro cerebro. Ahora sabemos que ve menos de lo que pensábamos. No es de extrañar, pues, que nos equivoquemos tantas veces diciendo que algo es blanco a pesar de ser negro. Pero también sabemos que piensa e imagina y siente más de los que pensábamos. Tiene tiempo y energía para fabricar entelequias que no hemos visto.

Hay mucho más de elucubración y pensamiento amasado en lo que mueve a la gente, que de percepción nítida de la realidad. A lo mejor esto nos ha ayudado a sobrevivir, pero debería hacernos algo más modestos.

Fuente: Eduard Punset.

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